Aquí se presenta de manera muy seria la teoría de una práctica que no solamente pretende ser subversiva, sino también placentera y divertida. Estamos aburridos de la práctica exclusiva de escribir panfletos insípidos y del dogmatismo de la izquierda que a lo sumo nos permite reírnos del cabaret político. En lo demás hay que demostrar siempre que llevamos a cuestas todo el dolor y toda la injusticia del mundo.
Puede que esta imagen sea injusta o exagerada. Pero ya sabemos: la mala conciencia que nos invade cuando en vez de currarnos por fin aquel texto teórico sobre la tergiversación, nos pasamos dos noches bailando; la moral del trabajo que nos obliga a permanecer pálidos ante la computadora, en vez de tomar el sol en la playa; la escrupulosidad con la cual revisamos unas expresiones para comprobar si se adaptan a la línea políticamente correcta.
Un exceso de análisis y estructuración, de conceptualización y delimitación de diferentes principios, métodos y técnicas puede restarle encanto hasta a la más bonita de las acciones. Por esta razón, se cuentan muchas historias de acontecimientos sin despiezarlas para no convertirlas en teoría seca e indigesta. Sin embargo sería igualmente fatal ver en las concepciones teóricas que aquí se proponen un manual de reglas a seguir, y encerrar así la propia práctica en un corsé que ya no deje lugar a deseos, placeres y diversiones incontroladas. Hacer eso contribuye a desarrollar la práctica propia. Y ésta es también la mejor contribución que se puede hacer a una futura teoría de la subversión.
El concepto de guerrilla de la comunicación invita a experimentar otras formas de hacer política que -a pesar de pertenecer ya desde hace tiempo a la práctica de los grupos de izquierdas- muy a menudo han sido subvaloradas como bromitas poco serias al margen del verdadero trabajo político. Este Guerrilla de la Comunicación aborda estas formas de práctica política subversiva, sus condiciones, discusiones y límites.
¿Acaso la mejor subversión no es la de alterar los código en vez de destruirlos?
>Manual (fragmento)<
Puede que esta imagen sea injusta o exagerada. Pero ya sabemos: la mala conciencia que nos invade cuando en vez de currarnos por fin aquel texto teórico sobre la tergiversación, nos pasamos dos noches bailando; la moral del trabajo que nos obliga a permanecer pálidos ante la computadora, en vez de tomar el sol en la playa; la escrupulosidad con la cual revisamos unas expresiones para comprobar si se adaptan a la línea políticamente correcta.
Un exceso de análisis y estructuración, de conceptualización y delimitación de diferentes principios, métodos y técnicas puede restarle encanto hasta a la más bonita de las acciones. Por esta razón, se cuentan muchas historias de acontecimientos sin despiezarlas para no convertirlas en teoría seca e indigesta. Sin embargo sería igualmente fatal ver en las concepciones teóricas que aquí se proponen un manual de reglas a seguir, y encerrar así la propia práctica en un corsé que ya no deje lugar a deseos, placeres y diversiones incontroladas. Hacer eso contribuye a desarrollar la práctica propia. Y ésta es también la mejor contribución que se puede hacer a una futura teoría de la subversión.
El concepto de guerrilla de la comunicación invita a experimentar otras formas de hacer política que -a pesar de pertenecer ya desde hace tiempo a la práctica de los grupos de izquierdas- muy a menudo han sido subvaloradas como bromitas poco serias al margen del verdadero trabajo político. Este Guerrilla de la Comunicación aborda estas formas de práctica política subversiva, sus condiciones, discusiones y límites.
¿Acaso la mejor subversión no es la de alterar los código en vez de destruirlos?
>Manual (fragmento)<
No hay comentarios.:
Publicar un comentario