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El documental muestra cómo la corrupción y el abuso de poder impiden que los fondos de ayuda internacional lleguen a su destino en Afganistán, generando la desconfianza de la población hacia las instituciones y la creciente influencia de los talibanes y de la rebelión.
Corría el mes de junio de 2008, cuando americanos, franceses y alemanes se reunían con el gobierno afgano de Karzai, para hacer entrega de veinte mil millones de dólares. Su destino, la construcción de escuelas y hospitales, pero también iban dirigidos a erradicar el tráfico del opio. Ocho años después de la caída de los talibanes y con la ayuda internacional enviada a Afganistán, ni un solo colegio ha sido construido en Kabul y los hospitales están hechos una ruina. Sin embargo, un sector se encuentra en pleno desarrollo, el de la construcción de casas de lujo. El distrito de Sherpur es el feudo de los nuevos señores de Afganistán. Allí, donde se deberían haber construido viviendas sociales, se construyen palacios y villas que disponen de sus propias guardias de seguridad.
Afganistán, tras la pista del dólar muestra un conflicto que las autoridades desearían ocultar: la guerra entre los grupos cercanos al poder y los miles de pobres a los que se les derriban sus casas de toda la vida en favor de las grandes mansiones de los corruptos allegados al poder. Los que utilizan los dólares de la comunidad internacional para sus propios intereses. Afganistán es unos de los cuatro países más pobres del mundo. La heroína inyecta cada año cuatro mil millones de dólares en sus arcas y otros cuatro mil millones más proceden de la ayuda internacional. Este flujo masivo de dinero ha provocado la llegada de especuladores y con ellos, la corrupción y la evasión de fondos.
Estos argumentos, junto a la más absoluta ausencia del sentido de servicio público son los que están utilizando los talibanes para incrementar su influencia en la población. Entre los afganos se ha extendido la desconfianza respecto a las ayudas de reconstrucción del país, porque para ellos no ha quedado prácticamente nada. Y quizás esta situación sea clave para entender el ascenso de los rebeldes, no sólo en los territorios, sino en las mentes y en los corazones de los afganos.
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