Dilma Vana Rousseff ocupará desde el 1º de enero el Palacio del Planalto. La prensa opositora la llama “la dama de hierro”, otros la acusan de haber sido beneficiada por una designación “a dedo” del presidente Luiz Inácio Lula da Silva. Sin embargo, la economista de 62 años no es una novata en política. Guerrillera en los ’60, padeció la cárcel, la tortura y la persecución en los años ’70. Fue jefa de gabinete del presidente brasileño hasta que abandonó el cargo, meses atrás, para dedicarse a la campaña.
Rousseff nació el 16 de diciembre de 1947 en un hogar de clase media de Belo Horizonte, capital de Minas Gerais. Es hija de una maestra brasileña, Dilma Jane Silva, que se casó con un inmigrante búlgaro comunista. El golpe de Estado brasileño de 1964 la sorprendió mientras cursaba el secundario en el Colegio Estadual Central, cuna de efervescencia política en esos tiempos. A los 16 años empezó a militar en la organización Política Obrera y tres años más tarde, después de casarse con Claudio Galeno Linhares, pasó a engrosar las listas del Comando Liberación (Colina), que derivó en el grupo Vanguardia Popular Revolucionaria Palmares (VPR). Según el investigador Louiz Macklouf Carvalho, como miembro de esa organización, nunca participó de acciones armadas. «Pertenecí a organizaciones políticas de combate a la dictadura pero jamás me involucré en la lucha armada», confirmó la electa presidenta.
Separada de Linhares, conoció en 1969 a Carlos de Araujo. El 15 de enero de 1970, Rousseff fue detenida en San Pablo por la dictadura brasileña. Hasta fines de 1972 estuvo presa en el penal paulista de Tiradentes. Allí sufrió durante 22 días seguidos torturas con picana, golpes y ahogamientos. Al momento de ser apresada, la llamaron la “Juana de Arco de la guerrilla” por su importancia dentro del grupo armado. Cuando salió de la cárcel, se mudó a Porto Alegre y se recibió como economista en la Universidad Federal de Río Grande do Sul. En 1976 tuvo junto con Araujo a su única hija, Paula, quien durante la campaña la hizo abuela. En esos años luchó por la amnistía para todos los que fueron perseguidos y desterrados por la dictadura. «Me enorgullezco mucho de haber luchado en contra de la dictadura del primero al último día, porque luché por la democracia», dijo Rousseff para despejar los fantasmas que la derecha agita contra ella.
Después de la amnistía de 1979 dictada por el régimen militar, se sumó al Partido Democrático Laborista (PDT) del caudillo de izquierda nacional Leonel Brizola. También, tuvo activa participación en el movimiento Diretas Já, una de las mayores movilizaciones civiles en Brasil que terminó con el regreso de la democracia en 1985. Encuadrada en el PDT, en 1985 ocupó la Secretaría de Hacienda del gobierno de Porto Alegre y en 1998 fue secretaria de Energía del Estado de Río Grande do Sul. En esa época, el presidente derechista Fernando Henrique Cardoso enfrentó una crisis energética y recibió críticas por los frecuentes apagones de luz. Desde Río Grande do Sul, Rousseff se negó a recortar la electricidad y allí empezó a hacerse visible su capacidad de gestión.
En 2001 se afilió al hoy oficialista Partido de los Trabajadores (PT). Cuatro años después, escándalos de corrupción terminaron con los sueños de dos posibles presidenciables: el ministro de Economía Antonio Palocci y el jefe de ministros José Dirceu. En ese momento, Rousseff ocupó la jefatura de Gabinete y quedó al mando del Programa de Aceleración del Crecimiento (PAC). En 2009 le diagnosticaron un cáncer linfático, que trató en pocos meses en la misma clínica que atiende al presidente de Paraguay, Fernando Lugo. No quiso tomarse licencia y en enero de este año, ya recuperada, anunció el plan Mi Casa, Mi Vida, destinado a construir un millón de viviendas populares. Para ocuparse de su candidatura, dejó la Casa Civil al mando de Erenice Guerra.
Página/12 1°/11/2010
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