Silencio, miedo, dobles sentidos, desconfianza y voces diversas. Todo esto está en el ambiente que uno encuentra en el Sahara Occidental, en el territorio ocupado por Marruecos.
Los muros que tejen el silencio y el olvido son los más difíciles de derribar. Lo que esconden son voces matizadas por el miedo, donde hay un largo recorrido entre lo que se dice y lo que se piensa, aunque también se pueden encontrar otras, convencidas, cansadas y también rebeldes.
Los muros que tejen el silencio y el olvido son los más difíciles de derribar. Lo que esconden son voces matizadas por el miedo, donde hay un largo recorrido entre lo que se dice y lo que se piensa, aunque también se pueden encontrar otras, convencidas, cansadas y también rebeldes.
Pesca, fosfatos, turismo son las causas principales de una ocupación que sigue sin ser rentable para el invasor.
El deseo de borrar cualquier signo de identidad diferencial (a base de torturas, golpes y desapariciones forzadas) es la realidad diaria para algunos, mientras otros oportunistas que viven en mansiones lujosas se arriman al sol que más calienta.
Y aún quedan otros: los aidin (dados vuelta) los más despreciables para todo saharaui. Incluso éstos tuvieron su momento de gloria personificados todos por Bachir Abdalá Edkil que lleva en su rostro la impronta de la defección. Tiene la expresión agria y la mirada turbia.
Hay, sin embargo, una cosa que juega a su favor: los saharauis conservan fuertes lazos familiares que priman sobre todas las convicciones políticas y quizás sea esta característica la que les proporcione las grandes dosis de generosidad que necesitarán para construir una patria libre y en paz.
El deseo de borrar cualquier signo de identidad diferencial (a base de torturas, golpes y desapariciones forzadas) es la realidad diaria para algunos, mientras otros oportunistas que viven en mansiones lujosas se arriman al sol que más calienta.
Y aún quedan otros: los aidin (dados vuelta) los más despreciables para todo saharaui. Incluso éstos tuvieron su momento de gloria personificados todos por Bachir Abdalá Edkil que lleva en su rostro la impronta de la defección. Tiene la expresión agria y la mirada turbia.
Hay, sin embargo, una cosa que juega a su favor: los saharauis conservan fuertes lazos familiares que priman sobre todas las convicciones políticas y quizás sea esta característica la que les proporcione las grandes dosis de generosidad que necesitarán para construir una patria libre y en paz.
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