Considerado como un medio de prensa alternativo hasta hace unos dos años, el modelo de la prensa en línea se impuso en Francia frente a una prensa gráfica timorata, comprometida con los capitales de la industria y consensual. Los llamados pureplayers, es decir, la prensa online que no tiene una declinación en papel, ganaron un espacio de independencia y notoriedad impulsados tanto por la masificación de la lectura numérica como por las ambivalencias y el conformismo de la prensa gráfica. Ejemplo de esa conquista del lector de pantalla, uno de los mayores escándalos políticos financieros que estallaron en Francia salió de las venas de la red. El caso Bettencourt, que implica a la heredera del fundador de la multinacional L’Oréal y al actual ministro de Trabajo, Eric Woerth, se forjó con las revelaciones sucesivas del portal de información Mediapart. Según este portal, creado por el ex director de la redacción del vespertino Le Monde, Edwy Plenel, Mediapart se dirige “a una clientela para la cual ni la oferta en papel existente ni la oferta en línea son hoy satisfactorias”.
Mediapart puso en la agenda de papel el gigantesco enredo Bettencourt. Semana tras semana, este pureplayer alimentó con sus informaciones los ingredientes de un escándalo que llegó a su paroxismo cuando el portal hizo públicas las grabaciones clandestinas efectuadas por un mayordomo de la señora Be-ttencourt. Nunca había ocurrido en Francia que un medio que difunde exclusivamente en soporte electrónico se adelantara a la prensa tradicional, que hiciera tambalear al Ejecutivo y, encima, dañara la credibilidad del jefe del Estado. Ello le valió un apretado ataque por parte de los medios del poder. Así, el secretario general del partido presidencial UMP, Xavier Bertrand, calificó al portal de información de utilizar “métodos fascistas”, a la vez que otros miembros de la derecha lo acusaron de prácticas dignas de la época de Stalin.
Mediapart despertó del letargo a una prensa escrita que, a fuerza de silencios y amistades íntimas con las grandes esferas, se convirtió en portavoz de los círculos selectos y perdió su vocación principal de información. Fuera del célebre Canard Enchâiné, no existe más en Francia una prensa que corra riesgos o saque a la luz investigaciones suculentas. Conformismo y somnolencia eran el color común hasta que el caso Bettencourt vino a mostrar que en la red se puede encontrar más vida que en el papel; Mediapart es hoy el más famoso de los ocho principales pureplayers de Francia: Rue 89, Lepost. fr, e24, Slate. fr, Arrêt sur images, backchich, de Source Sure son los más sólidos. No todos funcionan con el mismo principio. Arrêt sur images y Mediapart apostaron por un modelo pago mediante un abono propuesto a los usuarios para acceder al contenido de los artículos. Según la fórmula, Mediapart cuesta entre 14 y 35 dólares por año mientras que Arrêt sur images cuesta entre 7 y 18 dólares por mes. Los portales Slate. fr,lepost. fr, e24. fr, o Rue89.com son de acceso gratuito, al tiempo que bakchich.info sólo cobra poco más de un dólar por las informaciones confidenciales. Con este esquema se pueden distinguir dos tipos distintos de portales de información electrónica: los fondos de Mediapart y Arrêt sur images provienen de sus abonados. Los otros pureplayers obtienen beneficios con la publicidad.
Uno de los fundadores de Slate. fr, Johan Hufnage, explicó que el portal se propone llevar a la práctica un “periodismo distanciado, irónico y puntilloso”. Exactamente todo lo que le falta al soporte gráfico francés. Es difícil imaginar hasta qué grado de absurdo y complicidad ha llegado la prensa escrita francesa. Los tres grandes semanarios del país, Le Nouvel Observateur, L’Express y Le Point, se copian a lo largo del año las tapas, y sus “grandes” investigaciones suelen ser apenas un rejunte ordenado de las informaciones de la semana: los francmasones, los reyes de Francia, los mejores liceos, los secretos de la sexualidad y la promoción del mercado inmobiliario constituyen las figuritas que estos semanarios se intercambian en las tapas. La semana pasada, el semanario Le Point sacó un número especial sobre el mercado inmobiliario. Desde luego, todo estaba destinado a los futuros propietarios. No había ni una sola palabra sobre la crisis de la vivienda, los millones de personas sin techo, los precios prohibitivos, las condiciones mafiosas de los contratos de alquiler, etc., etcétera. A la semana siguiente, el semanario L’Express copió el tema y la tapa. Le Nouvel Observateur no tardará en hacerlo. Ante ese modelo repetitivo, conformista y pegado a los grupos económicos que gravitan alrededor del presidente Nicolas Sarkozy, los portales de información pura presentan una alternativa tentadora.
La crisis que provocó Mediapart no hará sino reforzar la credibilidad de este tipo de prensa que, además, detenta una capacidad innata de producir información debido al “tiempo continuo” de Internet. Fundado en 2008, Mediapart fue ganando espacios de audiencia y pasó de contar con 8000 abonados a los 30 mil actuales. Según fuentes del portal, el caso Bettencourt le hizo ganar 5000 abonados suplementarios. Mediapart salió con el objetivo de contar con 65.000 abonados al final de su tercer año de explotación. La cifra aún está lejos, pero la notoriedad ganada puede cambiar muchas cosas. El Ejecutivo francés le hizo un gran favor a los pureplayers. Al atacarlos con tanta ferocidad atrajo la atención hacia un soporte que existía sin pesar sobre la realidad política.
Las encuestas de audiencia esbozan perspectivas alentadoras para la prensa electrónica. Un estudio realizado en 2008 reveló que Internet es el segundo medio preferido después de la televisión. Los usuarios pasan 10 horas por semana contra 12 frente a la televisión. El debate que estalló en Francia y los consiguientes ataques contra la prensa en línea, a raíz del escándalo Bettencourt, prefiguran las batallas del futuro. Bernard Poulet, redactor en jefe de L’Expansion y autor de un controvertido libro sobre los medios, El fin de los diarios y el porvenir de la información (2009), asegura que “de aquí a 20 o 30 años los grandes diarios podrían desaparecer”. Según Bernard Poulet, la “digitalización produjo en el periodismo el mismo efecto que la globalización en las clases medias. En prensa, la revolución digital es, a mediado plazo, la eutanasia de la clase media de los periodistas”.
Eduardo Febbro
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