El sueño americano se desvanece peligrosamente mientras muchas familias pierden sus puestos de trabajo, sus casas y los ahorros de toda su vida. Para descubrir a los verdaderos culpables de esta crisis planetaria, el irreverente Michael Moore se adentra en los estratos sociales de Estados Unidos, desde las viviendas más humildes, hasta los pasillos gubernamentales en Washington. Un documental que se pregunta cuál es el precio que paga el país más poderoso del mundo por su amor al capitalismo.
Diversión y rebelión. Esas son las dos reacciones que Michael Moore quiere provocar en el público con su nueva película. Un análisis de la crisis mundial desde las entrañas de las grandes corporaciones norteamericanas, pero también un retrato de las familias que lo han perdido todo. Moore hace gala de su sarcasmo habitual para "atacar" a políticos e instituciones financieras, disecando el capitalismo paso a paso y buscando las claves de la desastrosa situación económica del mundo. Todo ello a la sombra de los 14.000 puestos de trabajo que se pierden cada día.
Moore desenmascara con la retórica del populista convencido los impresentables tejemanejes de los engendros financieros estadounidenses, el planeta ése de los tiburones arrogantes que cumplen con todos y cada uno de los siete pecados capitales diseñando un siniestro poder en la sombra que sujeta la gran mentira del sistema capitalista vendiendo motos y fabricando humo para despistar a los infelices e incontables pardillos de clase media que pagamos el pato de su desmesurada avaricia. Moore es un narrador de lujo; y su película es puro ritmo, pura adrenalina propagandística de indecencias que todos intuimos pero que pocos tenemos documentadas. Le cuesta cada vez más denunciar porque ni dios está dispuesto a ponerse a tiro de sus afiladas garras, pero el director de "Bowling for Columbine" sigue poniendo puntos sobre las íes; manipulando con enorme destreza las imágenes de archivo; bordando guiños cinéfilos y llevando el documental a la dimensión mediática que nadie, salvo él, saben utilizar así. Con enorme e inspiradísimo sentido del humor Moore nos va fotografiando miserias y sacando los colores a los bandidos habituales, y lo hace comunicando el mensaje con los ardides genéricos de un estafadores de masas.
Diversión y rebelión. Esas son las dos reacciones que Michael Moore quiere provocar en el público con su nueva película. Un análisis de la crisis mundial desde las entrañas de las grandes corporaciones norteamericanas, pero también un retrato de las familias que lo han perdido todo. Moore hace gala de su sarcasmo habitual para "atacar" a políticos e instituciones financieras, disecando el capitalismo paso a paso y buscando las claves de la desastrosa situación económica del mundo. Todo ello a la sombra de los 14.000 puestos de trabajo que se pierden cada día.
Moore desenmascara con la retórica del populista convencido los impresentables tejemanejes de los engendros financieros estadounidenses, el planeta ése de los tiburones arrogantes que cumplen con todos y cada uno de los siete pecados capitales diseñando un siniestro poder en la sombra que sujeta la gran mentira del sistema capitalista vendiendo motos y fabricando humo para despistar a los infelices e incontables pardillos de clase media que pagamos el pato de su desmesurada avaricia. Moore es un narrador de lujo; y su película es puro ritmo, pura adrenalina propagandística de indecencias que todos intuimos pero que pocos tenemos documentadas. Le cuesta cada vez más denunciar porque ni dios está dispuesto a ponerse a tiro de sus afiladas garras, pero el director de "Bowling for Columbine" sigue poniendo puntos sobre las íes; manipulando con enorme destreza las imágenes de archivo; bordando guiños cinéfilos y llevando el documental a la dimensión mediática que nadie, salvo él, saben utilizar así. Con enorme e inspiradísimo sentido del humor Moore nos va fotografiando miserias y sacando los colores a los bandidos habituales, y lo hace comunicando el mensaje con los ardides genéricos de un estafadores de masas.
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