Esta última parte del documental es la que aboga más por el activismo, explicando el problema de las privatizaciones (tomando como ejemplo el suministro de agua en Bolivia) y ahondando en algunos otros ejemplos como la relación entre las empresas y la sociedad muchas veces es inhumana.
Uno de los ejemplos más terribles, a la vez que tecnológico es el que narra Edwin Black, cuenta cómo eran máquinas de IBM, la empresa abanderada de los Estados Unidos, las que se emplearon en la Alemania Nazi para gestionar, catalogar e «informatizar» (en tarjetas perforadas de la época) la información sobre todas las personas enviadas a morir en los campos de concentración. Ante las alegaciones de IBM, Black enseña en la película los documentos de clasificación, las tarjetas perforadas, las cartas y los contratos.
El final del documental reclama que sea la gente corriente quien recupere el control del mundo frente a las empresas. Igual que en otros tiempos se prohibieron negocios como la esclavitud, o se recuperaron bienes públicos como el agua en Bolivia.
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