29 marzo 2010

EL ESPEJO HAITIANO

La revolución haitiana, única revolución antiesclavista de la historia de la Humanidad, se consiguió en contra de los mismísimos ejércitos napoleónicos, algo que el mundo blanco y colonialista nunca les iba a perdonar.
La más rica de las colonias francesas, primer país liberado de América Latina, tenía ya su tierra arrasada y desertificada por el monocultivo de caña de azúcar. Además, los colonialistas decretaron un bloqueo total. Para levantarlo, los haitianos tuvieron que acceder a una aberración del derecho y de la política internacional, ¡pagar una indemnización a Francia!, su antigua potencia colonial.
Un tiempo más tarde, los EEUU no encontraron mejor forma de garantizar sus intereses económicos en Haití que invadirlo militarmente en 1915 y ocuparlo hasta 1934. Después, con un país ya arrasado y pauperizado, la historia un poco más conocida: los regímenes de terror de los Duvalier: Papa Doc y Baby Doc, avalados siempre por el Imperio.
Cuando llegó un cura tercermundista que quiso cambiar algunas cosas, como Jean-Bertrand Aristide, la pequeña pero riquísima elite haitiana y los EEUU favorecieron el golpe de Estado del general Raoul Cedras. Luego de varias idas y vueltas de Aristide, un nuevo golpe de Estado en 2004 secuestró al presidente y lo llevó a la República Centroafricana, inaugurando una receta que siguieron en 2009 los golpistas hondureños.
Y lo paradójico y perverso es que el imperio norteamericano, aprovechando el terrible terremoto del 12 de enero, usa hoy al primer país liberado de América Latina para ocuparlo y desde allí contrarrestar a los otros pueblos que quieren mirarse en el espejo haitiano.

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