Esta producción franco-uruguaya tiene todos los ingredientes de una ficción cabal. Secuestros, torturas, muerte, la historia de una separación que no podría ser más desgarradora. Y sin embargo se trata del documento de una realidad próxima, para quienes se asomen al fin del siglo en ambas riveras del Río de la Plata. "Por esos ojos" narra el calvario de Mariana Zaffaroni, secuestrada junto a sus padres en Buenos Aires el 27 de setiembre de 1976. Es un caso modelo, porque refleja la perversa brutalidad del plan con que la dictadura se apoderó de unos 300 niños, y al mismo tiempo tristemente peculiar: gracias a la infatigable búsqueda de su abuela, Mariana finalmente se reencontró con su familia natural... para renegar de ella, asumiéndose como hija del agente de la SIDE que la crió.
El film de los uruguayos Gonzalo Arijón y Virginia Martínez abarca la historia íntegra, desde el nacimiento de Mariana hasta los últimos pasos que jalonaron el itinerario judicial. María Esther Gatti, abuela materna de la niña, es la que lleva el hilo de la narración. Que no es nada del otro mundo (testimonios a cámara, imágenes de archivo, relator en off) pero se beneficia de una investigación minuciosa, adecuadamente compaginada, y especialmente del compromiso de los realizadores con el tema elegido. La cronología dice que en enero del 74 la dictadura uruguaya ordena la captura de los militantes de izquierda Jorge Zaffaroni y su esposa, María Emilia, quienes se exilian en Buenos Aires. En marzo del 75 nace su hija Mariana. El 27 de setiembre del 76 un grupo de tareas se lleva a la pareja – que permanece desaparecida – y entrega el bebé de 18 meses a Miguel Angel Furci y su cónyuge.
Da cuenta de la apasionada campaña de afiches encarada en Montevideo (donde el rastreo de Mariana se convirtió en una reivindicación popular y hasta le compusieron canciones, como "Angelitos", del "Sabalero" José Carbajal) y en Buenos Aires. Sigue el periplo de la abuela, que se une tempranamente a las Abuelas de Plaza de Mayo argentinas. El primer fruto de la búsqueda es la infidencia de otro servicio publicada en la Folha de Sao Paulo en 1983: la niña, de 8 años, ha sido rebautizada Daniela Romina Furci. Los apropiadores son alertados por sus pares (Furci siguió cobrando sueldo de la SIDE aún siendo prófugo de la Justicia) y se refugian en Paraguay.
Los hechos incontrastables vuelven a discurrir con la fluidez propia de las ficciones: así se sabrá de la tristeza inabarcable de la abuela, cuando espía de incógnito la salida del colegio de Mariana, de una carta de la niña (presuntamente escrita por sus falsos padres) en la que abomina de su pasado y sus progenitores, y de una composición escolar –acaso la perla más aciaga de la investigación– en la que confiesa querer seguir los pasos de Furci con una carrera en la SIDE. Los Furci pasarán breve temporada tras las rejas. Mariana cambiará poco y nada su forma de pensar. El film no hace oír opiniones de psicólogos ni sociólogos. Por suerte. Se limita a desplegar las piezas de una tragedia que se diría griega, si no fuera porque la nutren los tramos más oscuros y repugnantes de la historia rioplatense actual.
El film de los uruguayos Gonzalo Arijón y Virginia Martínez abarca la historia íntegra, desde el nacimiento de Mariana hasta los últimos pasos que jalonaron el itinerario judicial. María Esther Gatti, abuela materna de la niña, es la que lleva el hilo de la narración. Que no es nada del otro mundo (testimonios a cámara, imágenes de archivo, relator en off) pero se beneficia de una investigación minuciosa, adecuadamente compaginada, y especialmente del compromiso de los realizadores con el tema elegido. La cronología dice que en enero del 74 la dictadura uruguaya ordena la captura de los militantes de izquierda Jorge Zaffaroni y su esposa, María Emilia, quienes se exilian en Buenos Aires. En marzo del 75 nace su hija Mariana. El 27 de setiembre del 76 un grupo de tareas se lleva a la pareja – que permanece desaparecida – y entrega el bebé de 18 meses a Miguel Angel Furci y su cónyuge.
Da cuenta de la apasionada campaña de afiches encarada en Montevideo (donde el rastreo de Mariana se convirtió en una reivindicación popular y hasta le compusieron canciones, como "Angelitos", del "Sabalero" José Carbajal) y en Buenos Aires. Sigue el periplo de la abuela, que se une tempranamente a las Abuelas de Plaza de Mayo argentinas. El primer fruto de la búsqueda es la infidencia de otro servicio publicada en la Folha de Sao Paulo en 1983: la niña, de 8 años, ha sido rebautizada Daniela Romina Furci. Los apropiadores son alertados por sus pares (Furci siguió cobrando sueldo de la SIDE aún siendo prófugo de la Justicia) y se refugian en Paraguay.
Los hechos incontrastables vuelven a discurrir con la fluidez propia de las ficciones: así se sabrá de la tristeza inabarcable de la abuela, cuando espía de incógnito la salida del colegio de Mariana, de una carta de la niña (presuntamente escrita por sus falsos padres) en la que abomina de su pasado y sus progenitores, y de una composición escolar –acaso la perla más aciaga de la investigación– en la que confiesa querer seguir los pasos de Furci con una carrera en la SIDE. Los Furci pasarán breve temporada tras las rejas. Mariana cambiará poco y nada su forma de pensar. El film no hace oír opiniones de psicólogos ni sociólogos. Por suerte. Se limita a desplegar las piezas de una tragedia que se diría griega, si no fuera porque la nutren los tramos más oscuros y repugnantes de la historia rioplatense actual.
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