04 diciembre 2012

[doc] LA FUGA DE PUNTA CARRETAS + carátula + streaming

              41 AÑOS DEL « ABUSO »             
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Sobre la avenida Ellauri, los autos salpican la vereda del imponente Shopping de Punta Carretas, el más exclusivo de la ciudad. Un enorme arco de piedra y concreto invita a pasar. En el centro, hacia arriba y por sobre las puertas, otra arcada denuncia la presencia de viejos tiempos, cuando allí adentro sólo se consumía la vida. Administración, dice, en letras de molde. «¿Que aquí qué?», dice con cara de asombro una vendedora veinteañera, cuando le señalo un rincón del amplio local, el más alejado a la puerta de entrada, pegado al paredón de la calle Solano García. «Sí, algo sabía del tema, pero no mucho», aclara más en confianza. «¿Me cuenta?», pregunta, evitando el tuteo.
Empiezo a contarle de Arión, de Eleuterio Fernández Huidobro («¡¿el senador?!», me interrumpe), de José Mujica («Sí, nuestro actual presidente», le digo), de la guerrilla de los Tupamaros, de los desaparecidos y muertos por la dictadura en Uruguay, de los 111 hombres que se fueron (106 guerrilleros y 5 presos comunes) y de los tantos más que se quedaron. «Por suerte estábamos locos», cuenta en su despacho el senador "Ñato" Huidobro, presidente de la Comisión de Defensa del Senado y tercero en la línea sucesoria del Uruguay, esa misma mañana «Y además, no teníamos nada que perder y mucho por ganar...»

El penal tenía casi cuatrocientas celdas, divididas en dos planchadas de cuatro pisos cada una, separadas por un patio central (el patio de juegos), en donde había un puesto de observación y vigilancia. «La construcción del túnel comenzó el 11 de agosto de 1971, después del control de presos en las celdas. Pero en verdad, habíamos comenzado a desarrollar el plan mucho antes, cuando empezamos a abrir los huecos entre celda y celda que nos permitirían formar un gran corredor interno por el que pasaríamos todos hasta la celda 73. Una última parte consistía en abrir huecos en los techos de algunas celdas para conectar los cuatro pisos de la planchada», cuenta Fernández Huidobro. La bella vendedora que fue a dar donde años atrás estaba la celda 73, la del loco Arión, pregunta «¿Y usted me dice que salieron del otro lado, en una casa?».

Serrana tiene el cabello blanco y el cutis suave que esconden sus setenta y siete años. Detrás de la ventana del living se ve la lluvia y el enorme paredón lateral del shopping. Su casa parece detenida en el tiempo, los mismos muebles, las mismas cortinas y el mismo piso de granito de aquel día. Sólo que en un rincón, un círculo de un metro y medio de diámetro delata que allí las baldosas son otras. Por allí, por ese hueco que está a escasos treinta pasos del paredón del shopping, se fugaron los Tupamaros. «Yo vivía acá con mi madre Elena, de setenta y cuatro años, y con una señora mayor. Ese día, a las seis de la tarde, estábamos en la pieza de al lado y de repente golpeó un vecino. Entró y no me decía nada. Entonces le dije –¿Qué pasa?» «Me dicen estos muchachos que son tupamaros y precisan la casa para un trabajo». «Ahí nos llevaron al fondo, y ahí quedamos en una habitación cerrada y no vimos más nada.»  Estaba todo listo para protagonizar una de las fugas más espectaculares de todos los tiempos.

«Sentíamos el paso de la gente que salía de acá por el piso. Había uno que comandaba el trabajo. También se comunicaba con las personas que estaban en otra casa y se decían –Tené todo pronto, tené todo pronto. Porque allá tenían ómnibus, camiones para sacar a todos».Y yo me decía –¡Qué horrible! Están vaciando la cárcel! Fué a las cinco de la mañana cuando se terminó el asunto. El último vino y nos dijo –Ya se terminó todo, ustedes no salgan a la calle antes de media hora, sólo después llamen a la policía.

Cuando lo hicimos, y les contamos desesperados que habíamos estado secuestrados y que se les habían fugado los tupamaros, me dijeron –Cálmese señora, ¿de qué número habla para confirmar? Claro, pensaban –¡Esta vieja está loca!. Entonces llamaron para confirmar y seguían sin creernos. Nos decían –Mire, llamamos al penal y está todo en orden.»
 
«Entonces salimos a la calle a gritarles a los milicos –¡Se te escaparon los tupas!. –Vayan a dormir, mamados, nos decían ellos, también a los gritos. Pero al rato aparece la milicada en un camión. Venían los soldados corriendo y cuando descubrieron este pastel, el pozo y el barro, me acuerdo que uno dijo –Pero mirá esto... Realmente, fue una tomada de pelo. Un abuso»

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